Ella era de esas chicas imposible de olvidar, de las que en cuanto te crees a salvo estás naufragando en el eco de su risa, e intenta salir tú ileso de sus besos.
Ella no se parece a nadie pero en todas la veo, olvido que ella ya me ha olvidado y entonces algo ruge en mi pecho:
Los te quiero que no le dije, los por qué que nunca tendrán respuesta y los quédate que se quedaron encima de la mesa junto a sus llaves.
A ella le gustaban las cosas claras, el ron cargado, y las apuestas.
Apostaba alto y ganaba, sólo tenía que poner sus ojos en un objetivo y ver como con el paso de los días el tiempo le daba la razón.
Estaba loca, pero dentro de esa locura tenía una niña que la ataba por dentro, un sin fin de miedos que terminaban en.
Pero yo la quiero, así.
Loca, ilusionada, escribiendo poemas en mi espalda bajo las sábanas cuando yo creo protegerla de esos monstruos que sólo ella puede ver.
Yo la quiero, no podría decir cuanto porque el amor al fin y al cabo no tiene medida.
Al fin y al cabo, ella era poesía.